La sustancia química que tiene efectos medicinales –ansiolítico y relajante muscular- que se encuentra en una de las variedades de la planta de la marihuana se llama Cannabidiol. Esta variedad de uso medicinal tiene nada o muy escasa cantidad de la sustancia química Tetrahydrocannabinol, responsable de los efectos “recreativos” muy conocidos e indeseables para un uso terapéutico.
Por lo tanto, a la hora de discutir sobre la conveniencia o no de legalizar el uso de la marihuana medicinal, hay que dejar en claro que no se está discutiendo si conviene o no hacer “volar” a los enfermos para una mejor calidad de vida.
El artículo siguiente trata sobre este tema:
El reciente allanamiento de una vivienda en el distrito limeño de San Miguel puso nuevamente en el tapete el tema del uso medicinal de la marihuana. Un grupo de desesperados padres de familia -movidos por la falta de alivio en los síntomas de diversas enfermedades en sus hijos- había montado una operación clandestina para elaborar aceite de marihuana, el cual según miembros de la agrupación Buscando Esperanza, había sido capaz de aliviar severos problemas de salud que no habían respondido a los medicamentos. Sin duda, este desgarrador ejemplo nos ilustra la reacción ciudadana ante el vacío existente en el campo médico y legal con respecto a la marihuana medicinal en el Perú.
Hoy recordaremos lo que científicamente se sabe acerca del uso de la marihuana y debemos aclarar que este artículo no se enfoca en el uso recreativo de la planta, sino en la necesidad de estudiar y aprobar el uso de la marihuana medicinal en el Perú, uniéndose así a México, Chile, Colombia, Puerto Rico, Brasil, Uruguay y 25 estados de los EEUU que ya la han legalizado con esos fines.
Las plantas de marihuana se diferencian por la cantidad de más de 100 sustancias químicas llamadas cannabinoides, que actúan sobre los receptores del sistema cerebral natural llamado endocannabinoide. Dos son las principales: el tetrahidrocannabinol o THC y el cannabidiol o CBD. El THC “te hace volar”, mientras que el CBD no tiene ningún efecto recreativo, sino más bien tiene un fuerte efecto ansiolítico y relajante muscular. En otras palabras, para conseguir el efecto recreativo de la marihuana, debe consumirse la planta rica en THC, mientras que si una persona usa marihuana rica en CBD, prácticamente no siente nada.
En la actualidad, gracias al paciente trabajo de cruce de plantas, se han conseguido dos variedades de marihuana muy rica en CBD y casi sin contenido en THC: la Charlotte Web en Colorado y la Avidekel en Israel. La Charlotte Web tiene 20% de CBD y menos de 0.5% de THC, la Avidekel tiene 16.3% de CBD y 0% de THC. De esas plantas se obtiene un aceite, el cual es purificado, estandarizado para que contenga dosis predecibles y constantes de CBD, y envasado para su uso e investigación.
La compañía israelí Tikun Olam es la más importante del mundo en investigación de marihuana medicinal, mientras que nuestros vecinos chilenos, tienen ya los cultivos de marihuana medicinal más grandes de América Latina. El Decreto Supremo 84, aprobado por la presidenta Michelle Bachelet en diciembre del 2015, modificó el Reglamento de Estupefacientes y el Reglamento de Psicotrópicos de ese país para incluir a la marihuana como un medicamento y autorizar su distribución y venta. Gracias a eso, en octubre del 2016, Chile autorizó la importación de aceite de marihuana para los pacientes que lo necesiten. El Decreto autorizó también al Instituto de Salud de Chile a liderar la investigación médica de la marihuana. Más de 6.000 plantas están siendo cultivadas en el municipio de Colbún al sur de Santiago, con un beneficio potencial a más de 200.000 personas, 4.000 de ellas, gratuitamente. En ese momento, 87% de chilenos estuvo de acuerdo en el uso medicinal de la marihuana.
Los efectos medicinales de la marihuana han sido documentados desde tiempos muy antiguos. Existen escritos chinos, indios, griegos y egipcios que demuestran que la planta tuvo múltiples usos medicinales empíricos.
En la actualidad, aparte del Tikun Olam en Israel, el Centro para la Investigación Medicinal de la Cannabis de Estados Unidos (CMCR por sus siglas en inglés) es un ejemplo a seguir en la investigación del uso médico de la marihuana. Algunos estudios ya completados por el CMCR, incluyen en las severas contracciones musculares de la esclerosis múltiple, en los trastornos del sueño, en los dolores de los nervios (neuropatía) de los diabéticos y pacientes con SIDA, en las propiedades analgésicas del fumar marihuana, en el efecto sobre los linfocitos CD4, en el dolor de origen nervioso de las lesiones de la médula espinal, en la comparación de fumar versus vaporizar la cannabis. La utilidad sobre las convulsiones refractarias ha sido ya también demostrada.
En América Latina, Chile se ha convertido en el polo de investigación de marihuana medicinal más importante de la región. Usando fondos de 20 municipios, el Instituto Nacional del Cáncer y otros tres hospitales chilenos están investigando el efecto de la marihuana en dolores crónicos, epilepsia y problemas oncológicos.
En una columna anterior sobre este tema, decíamos que de no regularse el uso medicinal de la marihuana en el Perú, los pacientes peruanos en necesidad de aliviar sus dolencias con productos derivados de la marihuana, tendrían que ir en viaje de peregrinación hasta Chile para beneficiarse de ellos. ¡Qué falta de imaginación la mía! Un padre de familia peruano desesperado hace cosas más atrevidas que esa. En búsqueda de alivio para el mal de sus hijos, no duda en quebrantar la ley y poner en peligro su libertad.
El uso medicinal de la marihuana –que repetimos es completamente diferente al uso recreativo de la planta- es una realidad científica actual que no resiste ya ninguna oposición racional. La pregunta no es si la marihuana tiene o no propiedades medicinales, sino más bien, cuales son. Sin duda que el reciente anuncio del Consejo de Ministros de iniciar el proceso de legalización de la marihuana medicinal en el Perú es un buen primer paso. El no hacerlo sería una cruel señal de indolencia e indiferencia, por parte del estado y la sociedad, para con los sufrientes enfermos que la necesitan.